sábado, enero 06, 2018

Cuento de Pez -relato corto, digo croto-

Cuando el agua está clara y ves a través de ella, tan evidente resulta ver a quienes se adelantan.
Decidí no adelantarme, dejarme llevar por el río.

En la costa vi a quienes querían cobrar un peaje por disfrutar gratis. Era una garita en construcción y en el cartel decía "proximamente ente regulador de la sonrisa"; estaban desplegando una barrera con malla para controlar cualquier descontrolada travesura o travesía.
Por arriba, un helicóptero con funcionarios del frente de socialistas, peronistas, radicales e israelitas, tiraban volantes voladores (flyers) que decían:
"¡Que el río no te detenga! vení a disfrutar de lo mejor de la costa: aeropuerto Merca & Tire, un viaje de ida y vuelta al mundo de la natural tecnología".

Del otro lado, en la isla, un grupo de jóvenes compraba merc-hamburguesas de pescado. Los más "cules", pagaban con sus chips incorporados; otros con sus celulares en la mano, pagaban con santacoins e invitaban a jugar a sus compañeros de telemarketing a la nueva app "teto y tabú" -un dígalo con mímica más moderno y transgresor-.
Es que el dinero ya fue, decían, ahora hay cripto monedas (creo que el nombre es porque te las llevás bajo la piel a la cripta, o el sistema es tan críptico como el de antes, no sé).

Y eso que voy con el río, dije que no me adelantaría; cómo sería si iría en lancha o en esa tablita con paracaídas.

Al llegar al colastiné, se me erizó la piel: la hélice de un yate parecía que me abría todo el pellejo con mil yilets. Y eso que no me pasó tan cerca, peor sería estar arriba de él.
¿Qué sentirán los peces? Un amigo del río me dijo que ciertos animales mueren de sólo sentir esa sensación. Es que mi piel está insensibilizada por ser parte de un mar de palabras cortantes y caricias distantes; yo puedo sobrevivir a esa tortura de ocasión.
Derramé una lágrima de mar al sentir tanta silenciosa opresión.

Quise salir a la playa, pero me quedé en lo playo. Cientos de pecesitos me besaron. Les dije que esperemos juntos a que se vaya lo inhumano; ellos me enseñaron dónde esperar, un lugar conocido por isleños de lo más humanos, un secreto inconmensurable, por ahí, por el bañado.

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